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Una vacunación masiva y sin cita anterior en el distrito del Poblenou agota existencias en media hora y registra colas quilomètricas
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La más madrugadora, una veinteañera que se ha presentado en el CAP a las 4 de la madrugada
Se ha plantado a las puertas del CAP Ramón Turró (Barna) a las 4 de la madrugada. Tiene por nombre Adriana y es la veinteañera que ha sido la primera joven en vacunarse en una experiencia conduzco de una vacunación masiva sin cita anterior. Le proseguían unos jóvenes que han empalmado una noche de celebración. «Semeja que estén vendiendo entradas para un concierto de Justin Bieber», bromea Marina, una estudiante de diecisiete años que se ha levantado a las 7 de la mañana para percibir una dosis de la vaca Pfizer. Las colas daban la vuelta a la manzana y a las calles lindantes, y las mil citas para las mil vacunas que tenían los sanitarios se agotaron en media hora. Los últimos de la fila, a propósito que no había dosis para ellos, continuaban pasadas ya 2 horas. «Seguro que hay alguien que falla», rogaban.
«Estamos reventados, no podemos más, mas sabemos que la única salida de todo esto es la vacunación, y de ahí que solicitamos a la Generalitat hacer esta maratón de vacunación sin cita anterior», cuenta la responsable del CAP, Ester Julve, que el miércoles removió cielo y tierra para procurar esta experiencia conduzco el sábado. «Estamos ya en una quinta ola de contagios de adolescentes y debemos pararlo», insiste la sanitaria. El acontecimiento apenas se anunció en público, mas el mensaje ha corrido como la pólvora por las redes sociales. La vacunación masiva estaba prevista de diez de la mañana a 8 de la noche. En media hora han repartido todas y cada una de las citas. «Vamos a comer en casa», afirma una sanitaria.
Desbandada en la salida del metro
Los primeros llegaron de madrugada. A las 8, con colas ya esenciales, se vivió una genuina desbandada. «La gente salía del metro corriendo para coger lugar en la cola», cuenta Valentina, otra joven que consiguió tanda para vacunarse. Ciertos pasan el rato sentados en las sillas de la playa, otros jugando a cartas. Los menores, acompañados por sus progenitores. La estampa se semeja a una cola de entradas para una superestrella de la música en el estadio olímpic. Esta vez el ídolo lleva por nombre Pfizer, la vacuna contra el Covid diecinueve que, seguramente, de un respiro a toda la sociedad y deje un verano como los de ya antes a los jóvenes.
«Yo vengo desde el Masnou, me llamó un amigo a las 7 de la mañana y a la media hora ya estaba acá», cuenta Marc Gisbert, un muchacho de veintinueve años. Con la mano mantiene el tíquet que le acredita para vacunarse. «Es lo más apreciado que tengo entre las manos», cuenta con una sonrisa oculta tras la mascarilla. «El día de hoy tengo entradas para ir al Canet Rock, y la semana próxima al Festival Cruïlla. Tras lo de Sant Joan conozco a bastantes personas que se han debido aislar. Con la vacuna voy a ir más apacible», comenta. En su conjunto asimismo está Francesc Orriols, de Sabadell. «Tenía hora para vacunarme en Gerona la semana próxima, mas me da un palo enorme ir hasta allá», explica. No obstante, está presto a vender su cita por el escaso costo de ciento cincuenta euros, asimismo acá hay reventa.
Aplausos de los mayores
Justo delante de la cola hay una vivienda de la tercera edad. Ciertos residentes han salido a la calle para felicitar a los jóvenes que se han cargado de paciencia bajo un sol ardiente para vacunarse. «Estoy contentísima y alegre que estén acá para vacunarse, si bien esto lo deberían haber montado ya antes«, afirma Magda Giménez una mujer de ochenta y tres años que al lado de su marido consiguió vacunarse a fines de enero. Se aproxima a una pareja de veintiseis años que llevan 5 horas de cola para agradecerles. «Vivimos en Sant Just Desvern mas soy de Mallorca y ella de Andalucía y no tenemos tarjeta sanitaria, esto de el día de hoy nos va maravillosamente», cuenta Javi. «Hasta el momento en que no nos vacunemos no nos marchamos», afirma Marta, sentada en una silla de cámping.
Laia Carreras, una muchacha de dieciseis años se ha quedado sin cita para vacunarse. «Hemos venido a las 9 y ya estaba a reventar. Mas seguro que alguien se raja y tenemos suerte», cuenta optimista. Delante suyo está Ingrid Rovira, una muchacha de quince años que tiene la cita número mil. Ha llegado a las 9 de la mañana con sus progenitores y prácticamente se queda sin vacuna. «No deseo contagiarme este verano», responde la chavala, deseosa por percibir a Pfizer.