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La fiscalía mantiene que Alba Andreu manipuló a Ismael Molina, que padece esquizofrenia paranoide, para cometer el crimen
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La acusación mantiene que la procesada se ideó la existencia de una falsa novia para el acusado y un falso embarazo
«¿De veras debo hacerlo, no hay otra opción alternativa?», le preguntó Ismael Molina a su amiga Alba Andreu el ocho de junio de dos mil diecinueve. «Sí, debes matarlo. No tienes un cuchillo por ahí, cógelo y se lo clavas en el cuello». Ismael prosiguió firmemente las indicaciones de la chica, que entonces tenía dieciocho años, y asesinó a su progenitor por el hecho de que esta le había persuadido de que era el contable de la mafia. «No pensaba que mi padre era quien afirmaba ser (…) Era una amenaza para mí y para mi familia», explicó el joven, que sufre esquizofrenia paranoide, a lo largo del juicio que comenzó a festejarse esta miércoles contra los dos en la Audiencia de Barna.
Ismael, tras rajar a su padre, siguió las instrucciones de su amiga que, conforme las acusaciones, lo manipuló a lo largo de meses y llegó a inducir el crimen. Así, se deshizo de pruebas prendiendo fuego a la residencia familiar, en Vilanova i la Geltrú, salpicando con un líquido inflamable el jergón de una cama. «Después me afirmó que cogiese el teléfono, lo reseteara y borrase todo, y lo tirase al mar». Una llamada alertó a la policía del incendio. Cuando los agentes llegaron allá, se hallaron el cadáver del padre.
Alba, al comprender de la fiscalía, aisló a Ismael de su familia, se ideó la existencia de una amiga, Julia, que tenía interés sentimental por él y le persuadió de que formaba una parte de un conjunto secreto que cooperaba con los Mossos en la investigación sobre trata de personas. Un pretexto para sacarle dinero. El joven encausado le entregó múltiples cantidades de dinero, hasta siete mil cuatrocientos euros, para cursos de informática que no se efectuaron y para gastos de ella. Y, al final, le demandó otros veinte euros de una supuesta deuda de su padre.
Relato inverosímil
Una trama inverosímil y un relato surrealista con falsos embarazos, ecografías falsas, secuestros simulados e, aun, un supuesto contrato con el membrete de la policía autonómica para probar esa falsa unidad segrega. Ismael, que confesó el crimen frente a la policía cuando fue detenido, se creyó absolutamente esa falsa y virtual relación sentimental. Llegó a enamorarse, conforme reconoció, de la tal Julia, si bien jamás la conoció en persona y solo sostuvo conversaciones mediante mensajes móviles y de Instagram. La única imagen que vio de ella era una fotografía que Alba le había enseñado.
La fiscala Teresa Yoldi demanda para Alba treinta y cinco años de cárcel por asesinato por inducción, incendio por inducción y estafa. En cambio, para Ismael, de la misma manera que su defensa, demanda el internamiento en un hospital psiquiátrico por un máximo de veinticinco años, al aplicarle la eximente completa de trastorno mental por el hecho de que sufre una esquizofrenia paranoide que le impidió ser siendo consciente de lo que hacía. El letrado de Alba, por su lado, pide la absolución y en su informe inicial dibujó a una muchacha que era inútil de manipular mentalmente a absolutamente nadie y, menos aún, incitar a cometer un crimen, culpando al exnovio de la muchacha de inventarse la trama y que le hizo caso por el hecho de que la maltrataba. ¿Ángel o diablo? ¿Amiga y confesora o atroz manipuladora? ¿Culpable o inocente?. O como resumió la fiscala: ¿Alba alentó a Ismael a que matase a su padre y quemase el piso?».
Una relación surrealista
Alba e Ismael se conocieron en la primavera de dos mil dieciocho a través del novio de ella que, además de esto, era amigo de él desde la niñez. Conforme la fiscalía, mediante los abundantes encuentros entre los 3 fue «consolidándose una enorme amedrentad» entre ellos, que sirvió a la acusada como «contexto a través del que fue edificando su plan delincuente consistente en conseguir dinero de forma subrepticia del patrimonio de los progenitores de Ismael».
Como el joven sentía admiración por el trabajo policial, Alba fingió que formaba una parte de un conjunto que cooperaba con los Mossos y le ofreció la posibilidad de entrar en él. «Llegué a hacer hasta dieciseis vigilancias», narró Ismael en la primera sesión del juicio. «No podíamos dar información a absolutamente nadie y no nos podíamos negar a hacer los servicios».
Alba, conforme las acusaciones, «para fortalecer la verosimilitud de la peculiar historia contada por ella misma, creó personajes falsos, entre ellos a Julia, un tal Xavi y una sicóloga. Con Julia, Ismael creyó tener una relación sentimental y hasta le planteó casarse con él. Pese a que sus contactos eran virtuales, admitió asimismo tener un bebé con ella y entregó en un sitio que no especificó un bote con esperma para una fecundación ‘in vitro’. Alba, siempre y en toda circunstancia conforme su versión, le enseñó una ecografía del supuesto embrión y se creyó el embarazo.
Nada, nada era real. La fiscalía mantiene que Alba «se valió de la situación mental» de Ismael. Con el pretexto de que el padre de este tenía conexiones con la mafia, la joven comentó a su amigo que la vida de su madre y su hermana y del falso hijo con Julia corrían «grave riesgo» si no terminaba con la vida de su progenitor y pagaba veinte euros.
El ocho de junio del dos mil diecinueve, Ismael llegó a la casa familiar. Se percató que su madre y su hermana no estaban en la vivienda y de que su padre se hallaba durmiendo. «Movido por la emergencia del orden que había recibido», llamó a Alba a fin de que le confirmara si debía proceder a cometer el crimen y este «le interpeló de forma directa y de manera expresa» a fin de que hiciera la acción. «La culpa es una cosa que jamás desaparecerá completamente», reconoció Ismael. Está previsto que Alba declara este jueves.