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sábado, 30 septiembre, 2023

Tinder no desea que halles el amor: así marcha su algoritmo

Hace diez años nació Tinder, la aplicación de citas que ha transformado las relaciones íntimas y cariñosas. A lo largo de la última década, hasta setenta y cinco millones de usuarios mensuales en ciento noventa países han deslizado el dedo por la pantalla de forma furiosa y mecánica en pos de su pareja ideal o del rollo de una noche, transformando el ideal de la atracción romántica en un mercado digital basado en la selección y consumo de cuerpos. Tinder, vaya por delante, no desea que halles el amor.

La aplicación no ideó el ligar en la red, mas sí popularizó el transformar esa experiencia en un entretenimiento adictivo. Expuestos en un catálogo digital a juicio del resto, los usuarios solo deben desplazar el dedo a la derecha o a la izquierda (‘swipe’) en función de si desean conectar con el carrusel de pretendientes que hay del otro lado de la pantalla. Cuando dos perfiles se agradan (‘match’) pueden comenzar a chatear. La plataforma de citas más popular del planeta asegura que en la última década ha efectuado más de setenta millones de emparejamientos.

La clave del éxito de Tinder radica en su diseño, que usa técnicas de ‘ludificación’ propias de los juegos para videoconsolas para captar los usuarios y retenerlos el máximo tiempo posible en la plataforma. La app explota la voluntad humana de agradar a los demás: toda vez que hacemos ‘match’ nuestro cerebro segrega dopamina (la hormona del placer) de forma afín a como lo hace cuando se juega a las tragaperras. La red se transforma así en un espacio donde buscar una recompensa, así sean los chutes de dicha que causa la validación física de nuestro aspecto o la promesa de localizar el amor.

Estatus de deseabilidad

Alén de su impacto sicológico, el éxito de Tinder se fundamenta en unos engranajes matemáticos que explican por qué te aparecen algunos perfiles de usuarios y no otros. Hasta dos mil diecinueve, la app usó un sistema algorítmico conocido como ‘Elo’ –usado por la FIFA o en competiciones de ajedrez— que daba más puntos a los usuarios más agradados y después se ocupaba de hacerlos coincidir con otros usuarios con el mismo estatus de “deseabilidad”. Como destapó la cronista Judith Duportail, para esto Tinder compendiaba las conversaciones entre ligues palabra por palabra, los ‘likes’ de Fb y las horas de conexión.

«La busca de pareja es como una transacción económica: convierte el yo en un producto que compite con otros en un mercado de oferta y demanda”

Eva Illouz

Así, la elección de fotografías atractivas y una descripción ocurrente para el perfil se convierte en un estudiado proceso para intentar escalar situaciones en esa clasificación interna entre guapos y feos, en una pura competición para captar la atención del resto que traslada la lógica turbocapitalista a las relaciones sexoafectivas. “Se formaliza la busca de pareja como una transacción económica: convierte el yo en un producto envasado que compite con otros en un mercado abierto regulado por la oferta y la demanda”, ha señalado la socióloga Eva Illouz.

Capitalismo sexoafectivo

No obstante, ese sistema presentaba múltiples dudas morales sobre la discriminación que podía darse en la clasificación interna de los individuos. «Es como llegar a una celebración y que no tengas ocasión de ver a todo el mundo consideradas demasiado feas, guapas, ricas o pobres”, apuntó Duportail en su libro de investigación ‘El algoritmo del amor’ (Contra), apuntando a una “lógica patriarcal”.

Tinder asegura que cambió ese sistema y lo sustituyó por un algoritmo de inteligencia artificial (IA) que examina la actividad y las fotografías del usuario para conocer mejor sus gustos y deja aconsejarle parejas que coincidan con su comportamiento. Incluso puede calcular su factor intelectual, su estado sensible o su capacitación para hacer que los ‘matches’ sean más precisos. Si te agradan los morenos, tocar la guitarra y la gastronomía, la app te va a mostrar gente con ese interés.

A través de las técnicas de ‘gamificación’ y su algoritmo de jerarquía social, Tinder busca enganchar a los usuarios y arrastrarlos a abonar una subscripción, la clave de su modelo de negocio y algo que hacen ya más de nueve con seis millones de personas en el mundo entero. La versión gratis de la app limita a veinte el número de ‘matches’ diarios. Para prosperar tus posibilidades de ligar con funcionalidades exclusivas como el ‘Super Like’ deberás pasar por caja. La meta de Tinder no es que halles el amor, sino pagues para proseguir intentándolo. Su dueña, Match Group, consiguió el año pasado dos mil novecientos ochenta y tres millones de dólares estadounidenses de beneficios.

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