La contaminación acústica: un problema silencioso pero dañino
Estamos inmersos en un mar de sonidos no deseados a diario, especialmente aquellos que vivimos en áreas urbanas. Muchas veces, ni siquiera nos damos cuenta de ello debido a nuestra acostumbrada exposición. Sin embargo, cada vez son más los organismos que nos alertan sobre los peligros de la contaminación acústica para nuestra salud. Y es importante tener en cuenta que sus impactos no se limitan a problemas auditivos.
¿Qué se entiende por contaminación acústica?
El Ministerio para la Transición Ecológica de España define la contaminación acústica como la presencia en nuestro entorno de ruidos o vibraciones no deseados que causen molestias, riesgos o daños tanto a nosotros como a nuestras actividades, bienes o al medio ambiente en general.
La intensidad del sonido se mide comúnmente en decibelios (dB). Nuestro oído puede percibir y tolerar sonidos entre los 0 y 120 dB. Sin embargo, una exposición más allá de los 120 dB, conocidos como el «umbral de dolor», puede causar daños físicos como la ruptura del tímpano. Pero no es necesario llegar a estos extremos para que el ruido se convierta en un problema para nuestra salud. Por ejemplo, un ruido superior a 65 decibelios durante el día ya se considera excesivo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), para tener un sueño de calidad, el ruido en nuestro dormitorio no debe superar los 30 dB (y menos de 40 dB en el exterior). Además, en las aulas, el ruido debe estar por debajo de los 35 dB para garantizar un buen entorno de enseñanza y aprendizaje.
Ejemplos de contaminación acústica
A lo largo del día, estamos constantemente expuestos a diversas fuentes de ruido. Estas son algunas de las más comunes y sus niveles de decibelios:
– Cañería: 30-40 dB
– Biblioteca: 30-40 dB
– Cepillo dental eléctrico: 40 dB
– Nevera: 40-60 dB
– Lavadora: 45-75 dB
– Teléfono móvil: 55 dB
– Despertador: 60 dB
– Batidora: 60-85 dB
– Coche: 70 dB
– Cisterna WC: 75 dB
– Timbre de teléfono: 70-80 dB
– Niños jugando: 80 dB
– Bar animado: 80 dB
– Secador: 80-90 dB
– Metro: 85-90 dB
– Aspiradora: 85-95 dB
– Tráfico urbano: 80-100 dB
– Cortacésped: 90-95 dB
– Camión: 90-100 dB
– Discoteca: 100-110 dB
– Niño que grita: 110 dB
– Moto sin silenciador: 110 dB
– Motosierra: 125 dB
– Avión despegando: 130 dB
Los riesgos para la salud de la contaminación acústica
La contaminación acústica puede representar riesgos tanto para nuestra salud física como mental. Si bien solemos asociarla con problemas de audición, como la pérdida auditiva, el tinnitus o la paracusia (una audición distorsionada), también puede afectarnos de otras formas más sutiles:
– Insomnio y dificultades para conciliar el sueño.
– Aumento de la presión arterial y problemas cardiovasculares.
– Estrés, ansiedad, irritabilidad y fatiga mental.
– Alteración en la capacidad de concentración y problemas de aprendizaje.
Además, la contaminación acústica no solo afecta a los seres humanos, también perturba el comportamiento de los animales, dificultando su comunicación, capacidad de apareamiento, búsqueda de alimentos y evasión de depredadores. Esto es especialmente preocupante para los animales marinos, para quienes el sonido es su sentido más importante.
¿No sentir molestia por el ruido significa que no nos afecta?
Aunque nuestro cerebro puede desarrollar mecanismos de defensa ante el ruido, esto no implica que evitemos sus daños. La percepción y el impacto del ruido pueden variar según nuestro contexto, sensibilidad personal y la actividad en la que nos encontremos. Por ejemplo, el ruido puede resultar más molesto cuando estamos trabajando en comparación a situaciones de entretenimiento.
Además, nuestro cerebro tiene la capacidad de adaptarse al ruido, desarrollando una especie de «sordera selectiva» que nos permite seguir funcionando a pesar de la presencia constante de sonidos no deseados. Sin embargo, esta adaptación no significa que el ruido deje de afectarnos negativamente, simplemente hemos perdido sensibilidad hacia él.
En conclusión, debemos estar conscientes de los riesgos que la contaminación acústica presenta para nuestra salud y tomar medidas para reducir su impacto. Regular los niveles de ruido en nuestro entorno es crucial tanto para nuestra calidad de vida como para preservar la tranquilidad de los ecosistemas naturales.